sábado, 27 de febrero de 2010

Cómo ayudar a alguien que está en una secta


Es usual hoy hacer mención a “patologías colectivas” que desvían el progresivo curso de nuestra sociedad; si depender de una secta es una tendencia creciente producto del hedonismo, egocentrismo, frustraciones reiteradas o falta de proyectos de vida, pues entonces reconsideremos retomar el cauce relacional, evitaremos así las consecuencias y las causas. Cada familia, cada medio vincular, es un mundo cuya proyección hace al mundo social.

“Cómo ayudar a alguien que está en una secta” es una búsqueda reiterada en Internet que continúa marcando la necesidad de generar espacios de información para ese “alguien” que podría ser tu hermano/a, tu padre, tu madre, tu hijo/a, tu compañero/a, tu pareja, tu amigo/a.

Si tomamos conciencia que toda grupo-dependencia impide vivir la vida, la orientación y redefinición de relaciones es un deber, porque delimitaremos la encrucijada de la dependencia y porque “el peligro fundamental de estos grupos es contra el valor supremo de la vida humana” – Paz y Miño.

Las indicaciones o pautas de carácter general se sumarán siempre a las necesarias para cada caso en particular, para encontrar respuestas a cada vivencia, como si se preparara un plan de acción guiado exclusivamente por el interés, dedicación y confianza en la resolución.

Preguntas de índole general, a modo de una auto-entrevista realizada en absoluta sinceridad, dirigida al medio vincular del sujeto grupo-dependiente, permitirán cierta reflexión sobre la relación previa, anterior a la vivencia de dependencia y necesaria para sabernos partícipes de la relación que deseamos retomar; cuestionamientos y respuestas que a su vez orientarán en la tarea:

  • ¿Conocimos y conocemos sus metas – objetivos – personales?
  • ¿Cuáles eran sus valores? ¿Mantiene los mismos?
  • ¿Cómo se integraba al entorno? ¿Compartía?
  • ¿Era afectuoso/a y demostrativo/a? ¿Nosotros?
  • ¿Cuáles eran sus demandas?
  • ¿Conocemos sus necesidades y deseos?
  • ¿Qué le provocaba alegría?
  • ¿Qué tipo de actividades disfrutaba? ¿Música, deporte, lectura?
  • ¿Qué tipo de decisiones personales importantes tomó anteriormente?
  • ¿Cuánto tiempo hace que nos dimos cuenta de la situación?
  • ¿Nos preocupa o avergüenza?
  • ¿Abandonó estudios o trabajo? ¿Nos informó?
  • ¿Los cambios fueron rápidos o de manera gradual?
  • ¿Responde a nuestras inquietudes?
  • ¿Nos sentimos defraudados o decepcionados?
  • ¿Podríamos hacer una descripción de su personalidad?
  • ¿Pensamos que siempre fue una persona dependiente?
  • ¿Sabemos cómo es/era su día? Horarios, alimentación, amistades, salidas, horas de sueño, etc.

Si luego de las observaciones consideramos que perdió su libertad, de pensamientos y sentimientos, y se instauró el resentimiento hacia todos, (fundamentalmente hacia uno mismo) es el momento de iniciar un accionar conjunto, recordando que no hay mejor camino que el se emprende en demostración amorosa efectiva. Es importante resaltar que siempre podrá lograrse un acercamiento, si estuviera a punto de ser trasladado/a por alguna “misión” del grupo, será la mejor oportunidad. Si no se logra nos llegaremos, buscaremos, y lograremos el contacto, sin argumentar nada hacia el grupo, simplemente empleando el más válido de los argumentos: nuestro amor, nuestro respeto hacia su individualidad, nuestra voluntad de colaborar en su felicidad, nuestra necesidad de saciar la verdad.

En algún momento el beneficio de la duda sobre la dependencia generada movilizará la revinculación; los familiares, amigos o allegados siempre depositan la responsabilidad exclusivamente en el grupo o en la persona que está en la secta; si bien en ocasiones (según las características del grupo) es mayor la influencia para inducir dependencia, el ingreso y la concurrencia se comparten. Esto es una aclaración válida para que el medio concentre sus esfuerzos en la persona que los preocupa; cuando lo hacen, la devolución, el “retorno o regreso del que fue” (frase que se comparte e identifica en la solicitud de ayuda) se esperará.

La libre decisión de participar en grupos (religiosos, seudo religiosos, de meditación, filosóficos, sectarios, de auto ayuda u otros) no implica que debamos comenzar a orientar ni que esa participación incluya dependencia; también es oportuno aclarar que no siempre se depende de una secta.

Si un niño pequeño colocara varias cajas, una detrás de la otra y las empujara, jugaría con ellas como si fueran los vagones de un tren, entremezclando las imágenes que él ha adquirido previamente de los trenes; traslademos esto a la situación de grupo-dependencia para comprender que todo sujeto conserva las “imágenes” de su historia vincular. Toda acción colaborará para que el sujeto grupo-dependiente pueda volver a la realidad de sus verdaderos vínculos; con el tiempo la privación de “su legitimidad”; se observará como un hecho más del pasado; el poder decidir el intento está en nuestras manos.

Mara Martinoli

Fuente de información: APG ARGENTINA


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